lunes, 19 de abril de 2010

¿NIÑO LIMITADO O NIÑO DIFERENTE?

Texto: “El sentido de lo humano”

Autor: Humberto Maturana

CONFERENCIA : ¿NIÑO LIMITADO O NIÑO DIFERENTE?

ESTA CONFERENCIA FUE DICTADA A UN PÚBLICO PARTICIPANTE EN una reunión sobre educación diferencial. Mi propósito fue hacer notar que el niño limitado no está intrínsecamente limitado, sino que es distinto, y que muchas veces el diagnóstico de limitado estabiliza su condición de insuficiencia en el espacio de vida de los niños corrientes. No soy educador y no he estudiado nunca educación. Por lo tanto, no les puedo hablar a ustedes como un experto en educación, y lo que diga sólo reflejará el hecho de que he estado ligado a la Educación porque he sido profesor en la Universidad de Chile durante mucho tiempo. De modo que lo que les diré hoy tendrá que ver esencialmente con mi pensar como Biólogo modulado por mi experiencia de profesor universitario.

Quiero comenzar haciendo referencia a una respuesta que di a una pregunta que me hizo un periodista del diario El Mercurio como parte de una encuesta en la que hizo las mismas preguntas a muchas personas:

"Doctor Maturana, -me dijo-, quiero hacerle dos preguntas y que usted me las conteste por teléfono". Yo le pregunté por qué se dirigía a mí, y me contestó que estaban preguntándole a científicos y yo estaba en su lista. Las preguntas fueron las siguientes:

¿Cómo caracterizaría usted en una oración, la década del 8O en Chile?, y ¿que desea usted que pase? Mi respuesta fue: La década del 80 se caracterizó por el curso inevitable de las conversaciones por la democracia, y estamos viviendo el presente del curso inevitable

42 conferencia sobre Educación dictada en la Universidad Metropolitana,

en diciembre de 1990.

De esas conversaciones. La otra pregunta la contesté de la siguiente manera: Deseo que dejemos de cortar los árboles autóctonos en Chile, que no se corte un sólo árbol nativo más, y que se acabe la explotación y el uso abusivo del mar, y deseo que los chilenos recuperemos la dignidad, dejando de buscar en el extranjero las soluciones a nuestros problemas.

Los chilenos somos capaces de resolver todos nuestros problemas, el extranjero mira desde una perspectiva totalmente diferente de la nuestra y ve lo que ve desde su mundo y no desde el nuestro.

De modo que en el fondo lo que yo quiero decirles a ustedes tiene, entre otros propósitos, el de invitarlos a revalorar lo chileno. Yo no sé si ustedes lo han desvalorizado o no, de modo que no me estoy dirigiendo a ninguno en particular sino a nosotros los chilenos en general, porque pertenecemos a una cultura que mira al extranjero para resolver o validar las soluciones de sus problemas. Así, invitamos a técnicos extranjeros: japoneses, alemanes u otros, porque nos miramos en menos, y quizás en su entusiasmo algún gobierno invite a técnicos en Educación Diferencial de alguna otra parte del mundo para que nos digan qué es lo que debemos hacer. Pienso que eso no debe pasar nunca más.

Esto no es una invitación a no leer lo que otras personas hacen en otras partes del mundo, pero es una invitación a leerlas desde el respeto por la propia experiencia, desde la autonomía del pensamiento propio, desde la autonomía crítica y valorativa que nosotros chilenos y chilenas tenemos porque somos serios en nuestro quehacer. Los chilenos en general constituimos una población que ha estado inmersa en problemas de toda clase con un espectro de inteligencia normal igual que en cualquier otro país del mundo, de modo que no tenemos nada, absolutamente nada, que envidiar o que desear de otro lugar fuera de Chile. Esto al mismo tiempo no es una invitación a transformarnos en islas, sino que una invitación a recuperar nuestra dignidad porque solamente desde el respeto por nosotros mismos como chilenos es que nos podemos relacionar de una manera legítima con otras naciones. Esto que estoy diciendo es, curiosamente, válido también para los niños. El gran problema que yo encuentro con mis estudiantes en la Universidad es su falta de autorrespeto, y parte de mi tarea es crear un espacio en el cual estos estudiantes recuperen su dignidad como personas, como pensadores, como actores, y se vuelvan capaces de actuar desde sí mismos en el dominio en que han escogido actuar. Quisiera ahora hacer referencia a algunas nociones generales fundamentales que tienen que ver con los seres vivos y con el aprendizaje, y otras nociones generales que tienen que ver con nosotros los seres humanos en particular. Es frecuente que se desvaloricen las nociones generales. Es frecuente que se diga: "¡Ah, no!, es muy general, no tiene aplicación práctica". Cada vez que usted diga eso a alguien es porque no sabe de qué está hablando, y lo mismo ocurre si lo escucha decir de alguien.

Esto por una razón muy simple: las nociones generales son efectivamente las más potentes justamente porque lo penetran todo, y es desde el adecuado entendimiento general de los problemas que uno puede pararse para enfrentar las situaciones particulares que uno tenga que enfrentar.

De modo que si uno dice, por ejemplo: "Los seres Humanos somos seres que tenemos por lo menos dos dimensiones de existencia, una biológica y otra propiamente humana", estamos haciendo una afirmación general porque es válida para todos los seres humanos. Tal afirmación es fundamental porque penetra todos los aspectos de lo que hacemos como seres humanos y su potencia está en que nos permite distinguir esas dos dimensiones de lo humano en cada aspecto particular de lo humano. Esa es su aplicación práctica. Sigamos adelante. En general se habla de aplicación práctica desde un criterio de rendimiento particular que, en general, no tiene que ver con la naturaleza de la tarea en cuestión, sino que con el deseo o interés por obtener ciertos resultados de las personas que son encargadas de la administración de esa tarea. Así, si ustedes están creando un sistema educacional y les piden resultados prácticos, ustedes saben inmediatamente que lo que les están pidiendo es una cifra, cuántos niños pasan de curso y que no les están pidiendo que observen lo que le pasa al niño durante la educación, de modo que podamos esperar de él que llegue a ser un ciudadano que se respete a sí mismo y que respete a los demás, al mismo tiempo que tiene señorío en un cierto quehacer desde el cual se da su dignidad. Por esto mi charla es también una invitación a reflexionar sobre lo que llamamos efectividad o rendimiento práctico frente a nuestro que hacer, y el valor de las nociones generales como guías del pensar y hacer responsables.

Ahora haré un par de comentarios sobre las dos dimensiones que nos son propias a todos los seres humanos: lo biológico y lo humano propiamente tal. Desde el punto de vista del ser biológico no hay errores, no hay minusvalía, no hay disfunciones. Esto parece una afirmación extraña porque uno puede decir por ejemplo: "cómo no va a haber minusvalía o deficiencia cuando los seres vivos viven en la competencia por la existencia, y si alguno tiene alguna característica que reduce sus habilidades con respecto a los demás está en desventaja". Noten ustedes que este pequeño discurso que acabo de hacer sobre la minusvalfa, es un discurso comparativo que pertenece a la reflexión de un observador en relación con lo que este observador considera ventajoso o desventajoso, y no a la reflexión del observador sobre el operar del ser vivo.

Una araña, es un ser distinto de un insecto; un coleóptero es un ser distinto de una mariposa; un ratón es un ser distinto de un gato; un ser humano es un ser distinto de un elefante, y todos estos seres son distintos porque viven de maneras distintas. Una persona que ha perdido una pierna es un ser distinto de una persona con dos piernas. Y tan distinto es que si ustedes lo miran en el espacio de su biología, descubren que este ser se mueve con la misma soltura que ustedes pero en otro mundo. Mi suegro tuvo dos hemiplejías sucesivas y quedó parapléjico. Vivió en mi casa durante 10 años. Durante todos esos años me levanté todas las noches para atenderlo, cambiarlo de posición y limpiarlo, porque él no podía moverse. Una campanilla reemplazaba su comunicación verbal pues tenía dificultades para hablar. Él se movía en su mundo "sin moverse", con la misma soltura que yo en el mío. En su mundo pasaban todas las cosas que tenían que pasar con él. Estaba alimentado, limpio, tenía relaciones con personas, era querido, respondía en el espacio de encuentro que tenía con los demás, pero era distinto. En el momento en que nosotros pensamos que él era un ser limitado, hubo sufrimiento. En el momento en que nosotros logramos pensar que él era un ser distinto, se relacionó con el mundo en el espacio en el cual configuraba su mundo y floreció.

En biología, no existe minusvalía. Un niño que desde la perspectiva del espacio de relaciones humanas corriente aparece como limitado, desde su biología no lo es, es solamente diferente. Desde el espacio humano yo preferiría ser una araña y no una mariposa, y algunos de ustedes preferirían ser mariposa y no una araña ¡son más bonitas! Pero la mariposa y la araña son simplemente seres distintos, que viven mundos diferentes. Es desde la perspectiva en que yo quiero que los mundos de la araña y de la mariposa se intersecten de alguna manera, que una es más bonita que la otra. Es en el espacio de las relaciones humanas que el niño limitado pasa a ser limitado.

En su biología, no lo es. Alguien me preguntó una vez lo que ocurría con una persona con cáncer diciendo: "La persona con cáncer es distinta de una persona que no lo tiene. Está enferma y me parece que habría que "sacarle" el cáncer". Es sólo en el momento en que la persona se declara a sí misma enferma y piensa que querría sacarse el cáncer, que está enferma.

La enfermedad o la limitación no pertenecen a la biología sino que a la relación desde la cual el ser humano considera que un organismo, un sistema, u otro ser humano, no satisfacen cierto conjunto de expectativas.

Esto que digo sobre la biología es fundamental porque solamente en la medida en que aceptemos la legitimidad de la biología del otro, vamos a poder darnos cuentadel espacio en el cual le estamos pidiendo al otro que sea distinto de lo que es, y vamos a darnos cuenta del espacio posible de encuentro con el otro en su legitimidad y no en su negación. Pienso que todo esto ustedes lo saben. No creo estar diciéndoles nada fundamentalmente nuevo debido a la profesión que ustedes tienen.

Pero pienso que es valioso que esto se diga desde la biología como una afirmación desde la biología, como una afirmación que pretende tener validez desde la comprensión del operar del ser vivo como ser vivo. Debo agregar que los seres vivos somos sistemas dinámicos, estructuralmente hablando. Es decir, tenemos una estructura en continuo cambio. Podemos quedarnos quietos, tendidos sobre la cama, sin hacer nada, y estaremos cambiando; podemos escuchar lo que otro dice sin contestar y estaremos cambiando. Yo tenía un amigo que después de la guerra emigró a Estados Unidos (Nueva York). No tenía autorización para trabajar, pero estaba haciendo los trámites correspondientes para obtener una visa que le permitiese hacerlo, y entre tanto tenía que vivir. ¿Qué hacía?, permanecía quieto tendido todo el día y durante la noche visitaba amigos que ofrecían cócteles y comía. A pesar de su quietud diaria tenía hambre porque su metabolismo seguía en funcionamiento. Estamos en continuo cambio, aunque estemos quietos. Todos los seres vivos somos sistemas dinámicos en continua interacción con nuestra circunstancia, y el curso de los cambios estructurales que están teniendo lugar todo el tiempo en nosotros, es contingente a nuestras interacciones en nuestra circunstancia.

Estas interacciones en nuestra circunstancia corrientemente involucran a otros seres vivos, y en particular, a otros seres humanos. El resultado es que, querámoslo o no, nuestra historia de cambio estructural sigue un curso contingente a la historia de nuestras interacciones. Si queremos comprender la educación tenemos que darnos cuenta de que el educar ocurre en los cambios estructurales de un ser vivo contingentes a sus interacciones, y que el educar consiste de hecho en el especificar un espacio de interacciones en el cual el otro entra, de modo que, como resultado de vivir una cierta historia de interacciones, tenga ciertos cambios estructurales de tal manera que, al salir de ese espacio, sea distinto de como era antes de entrar a él de una manera contingente a las interacciones que tuvo en ese espacio.

Como seres vivos nos pasa inevitablemente el que siempre estemos en un continuo cambio que sigue un curso contingente a la historia de interacciones en la cual participamos. Y eso nos ocurre a todos. Algunos son más plásticos que otros; algunos admiten más cambios en esta historia de interacciones que otros. Pero todos lo admiten. Estos cambios que pueden describirse como consensúales porque tienen que ver con la circunstancia histórica en que ocurren, a veces uno los describe como aprendizaje, pero si uno los ve en la relación con otros seres vivos, los puede describir como consensúales porque son el resultado de esa historia de interacciones y convivencia. Esto pasa simplemente como resultado de la convivencia, todos lo sabemos, con los animales domésticos, con los niños, con los adultos.

Una amiga mía, visitando un cierto lugar, en la selva, en Bolivia, se encontró con esta insólita situación: en la casa que visitaba, al terminar la comida y quedarse sentados echados para atrás conversando en una agradable sobremesa, mi amiga vio que una enorme araña bajaba desde el techo hasta la mesa. Mi amiga se asustó, pero la dueña de casa le dijo: "No te preocupes, ella baja todas las noches a la mesa, recoge los restos de comida y se los come o se los lleva al volver al techo". La araña nunca bajaba antes que terminaran de comer, sólo lo hacía durante la sobremesa. La conducta de esa araña y la de los moradores de la casa era consensual. La inteligencia tiene que ver con el consenso no con la resolución de problemas. Todos los seres vivos somos inteligentes en algún conjunto de dimensiones porque todos somos capaces de alguna magnitud de existencia consensual. No necesariamente todos lo somos en las mismas dimensiones. La conducta de la araña y la de los dueños de casa era inteligente/ pues habían establecido una coordinación conductual consensual surgida en una historia de convivencia en la que se constituyó un espacio de convivencia en mutuo respeto.

Las reflexiones que siguen: "¡Qué inteligente la araña!, ¿cómo se dio cuenta de que no la matarían, y que cuando la gente se echaba para atrás entraban en la sobremesa y ella podía bajar y llevarse la comida?" o "¡Qué inteligentes los dueños de casa! Se dieron cuenta de que la araña no viene a atacar a nadie sino que a recoger un poquito de comida en el momento oportuno para llevársela a su guarida", son adecuadas porque la inteligencia tiene que ver con el establecimiento de dominios de consenso.

Pero, si yo le pidiera a la araña que operara en consensualidad conmigo en relación con los contenidos de las novelas de Vargas Llosa, no lo podría hacer pues la araña no vive en el espacio de las novelas, y no tendríamos modo de establecer consenso.

En otras palabras, aunque en literatura todos los seres vivos podamos surgir en el mismo espacio fantástico, en el vivir cada clase de ser vivo tiene un espacio propio de existencia donde se mueve con señorío, incluso aquellos que llamamos limitados. Pero, ciertamente, si le pido a un ser que vive en un dominio que establezco consenso conmigo en otro dominio, no será posible porque no habrá allí modo de convivencia. De modo que si al ver esto digo "idiota" o "limitado", sólo revelo mi ceguera. En la dimensión humana los seres humanos somos mamíferos, (espero que todos hayamos mamado cuando guaguas por lo menos seis meses, ojala un año; no siempre pasa así), y como tales tenemos una serie de características comunes: pelo, glándulas mamarias, cuerpo calloso en el cerebro, diafragma, etcétera. Pero como mamíferos somos animales sensuales que vivimos una parte más o menos larga de nuestra vida total o periódicamente en interacción sensual con otros de la misma especie. Ustedes adoptan un gatito, y éste los adopta a ustedes. El gato se refriega en nosotros, se sube a la falda, ronronea en evidente satisfacción.

Nosotros también gozamos el contacto. Pero no pasa así en términos de bienestar como algo abstracto, sino que involucra la fisiología. Si se separa antes de tiempo a un gato o perro de su madre, se interfiere el encuentro corporal continuo que se da en los primeros meses de la infancia, y se interfiere el desarrollo psico-motor del animal. Con el ser humano ocurre lo mismo, aunque no siempre se ve porque fácilmente encontramos un substituto. A esto hay que agregar que la sensualidad para el ser humano se extiende a lo largo de toda su vida.

Mi madre que tiene 84 años me dijo la semana pasada: "Uno siempre se enamora por primera vez". Este comentario de mi madre no es trivial. Pertenecemos a una cultura que en gran medida desvaloriza las emociones porque, decimos, ocultan o niegan la razón. Al pensar así, desvalorizamos la presencia de la sensualidad como factor biológico vital. El contacto corporal con la madre en el juego, en la confianza y aceptación total es funda mental para el desarrollo del niño. Pero es fundamental no sólo para que el niño crezca en normalidad psicomotora, sino que para que crezca también en el respeto por sí mismo, ya que su mundo tendrá la espacialidad que surja de ese contacto y de ese autorrespeto. Lo mismo sucede con el niño que nos parece limitado, o que llega a ser limitado porque se interfirió con la relación corporal que debe darse en el comienzo de la vida entre el niño y la madre.

Al interferir con las relaciones de sensualidad se generan neurosis. En los humanos esta interferencia pasa por la mezquindad en el "lenguajeo" amoroso. El decir "te quiero" no es trivial, el decir "está bien" no es un comentario abstracto, pertenece a la fisiología de la armonía corporal y de relación.

Todos los seres humanos tenemos dominios de existencia que se intersectan en alguna parte. De todos esos dominios la sensualidad como dominio de intersección corporal tiene un carácter fundamental, porque en la medida que involucra el contacto con el otro involucra la aceptación del otro. La caricia es la aceptación del otro y la aceptación del otro es el fundamento de la convivencia social. Pero cuando digo que la caricia es el fundamento de la convivencia social, lo que estoy diciendo es que es absolutamente central en la vida humana, y que cuando la convivencia no tiene lugar en la aceptación del otro, como un legítimo "otro" en la convivencia, se acaba la caricia y lo que se da es la indiferencia o la negación

La indiferencia frente al desarrollo de un ser, como el niño, es su negación, porque la indiferencia es no ver. Cuando el padre se queja porque un amigo de su hijo llega a su casa y no lo saluda, no se está quejando por la falta de formalidad, sino que por la negación que la indiferencia implica. No es una negación activa sino que pasiva, pero es una negación de todos modos. El saludo constituye aceptación del otro en la dimensión en que se da el encuentro en el que el saludo tiene sentido, Pero si yo no tengo este encuentro inicial en la aceptación, no tengo ninguna posibilidad de una historia de interacciones que sea el origen de un consenso como el de la araña y los dueños de casa en la selva boliviana.

Puede pasar también que el dueño de casa vea la araña y la espachurre sobre la mesa, o, simplemente, que al hacer sus cosas la empuje por no verla. En tales casos no se establecerá esta curiosa y hermosa convivencia en la cual la araña puede bajar con absoluta confianza en la aceptación de los dueños de casa y comerse los restos de comida, y los dueños de casa pueden seguir su sobremesa en la absoluta confianza de que la araña no les hará daño porque ella también acepta su legitimidad.

En nosotros, la aceptación recíproca es el fundamento de cualquier quehacer consensual social que uno pueda establecer, y la condición necesaria para la expansión de cualquier dominio de acción en la convivencia social. Los seres humanos adquirimos todos nuestros dominios de acciones en la convivencia. El cigoto no constituye lo humano. El desarrollo embrionario no constituye lo humano. Lo humano se constituye cuando surge la convivencia de la madre con el niño o niña en desarrollo.

El nacimiento, con la forma de un ser humano, no constituye lo humano. Lo humano se constituye en el vivir como ser humano, en un ámbito humano. Si la relación materno-infantil comienza durante la gestación, durante la gestación comienza en ese caso el vivir humano, pero no antes. " ¡ Ah, es que nace el bebé y me gusta, y lo acaricio, y me pasan cosas con él!", claro que sí, gracias a eso el bebé logra crecer en un espacio humano; pero si lo miro y me voy, o si ni siquiera lo miro, ese bebé ni siquiera es una posibilidad de ser humano, aunque podría llegar a serlo si alguien lo recoge.

El momento inicial en el quehacer de la educación se encuentra en el punto en que uno acepta al otro como un legítimo otro en la convivencia porque es solamente desde allí que se puede establecer un dominio de consenso social. Es solamente desde allí que yo frente a este ser que es distinto, no le voy a exigir que sea como yo, o que sea como este otro. Si no acepto al otro, no lo veo, y lo confundo con mis exigencias y con la frustración de que mis exigencias no sean satisfechas. La acción de aceptación del otro como un legítimo otro en la convivencia define el dominio de acciones del amor. Amor es una palabra importante aunque muy manoseada que yo insisto en usar porque es fundamental, cotidiana, básica, y trivial, pero esencial. El amor no es ciego sino que visionario. Uno ve al otro solamente en la medida en que uno no lo exige, en que le permite ser, y solamente es en la medida que soy yo con el otro y el otro conmigo, que podemos generar un espacio de convivencia como el generado por la araña y los dueños de casa en la selva boliviana. Estoy comparando a la araña con el niño porque el niño como la araña es un ser completamente distinto al adulto. Tiene un dominio de existencia diferente, tiene dominios de sensibilidad distintos, tiene un espacio de acciones posibles completamente diferente. Pero todo va a cambiar en la convivencia de una manera tal que los espacios de acciones del niño concordarán cada vez más con los de otros con los cuales conviva, cambio que se producirá de una u otra manera según se dé o no la aceptación. Así, distinto será si a la araña que baja del techo la persigo o no. Si la persigo dejará de bajar o bajará cuando no haya nadie en la mesa y no habrá convivencia social. De todos modos se establece una concordancia conductual, pero ya no una convivencia social en el mutuo respeto sino que una de rechazo, de separación o de indiferencia. El entender que el amor es el punto de partida que configura lo humano es fundamental, porque nos permite aceptar que lo humano se configura en el vivir y no preexiste. No podemos acusar a nadie de no ser como debiera ser según nosotros.

Primero, porque nadie debe ser de ninguna manera ya que como sea siempre dependerá de cómo y con quién viva y de las circunstancias de ese vivir. ¿Cómo puedo, entonces, acusar a una persona de no ser perfecta? ¿Cómo puedo acusar o castigar a un niño por ser como es, si es como es como resultado de su convivir conmigo o con otros? ¿Qué pasa con lo genético, acaso no existe? Sí, lo genético existe, pero existe como un campo de posibilidades en el cual sólo una se realizará según viva el niño o niña. No hay genes para la maldad o la bondad, pero hay historias vitales que llevan ala maldad o la bondad bajo la misma constitución genética.

Los seres humanos modernos vivimos encandilados por el éxito y la perfección. El éxito y la perfección, sin embargo, se plantean siempre como exigencias. Afortunados seríamos si viviéramos un mundo sin perfecciones, porque viviríamos un mundo sin exigencias.

Viviríamos un mundo en la armonía de la coinspiración. Iríamos haciendo cosas juntos. Tendríamos libertad para cambiar cuando las cosas que estamos haciendo no resultasen satisfactorias según nuestro deseo compartido. Pero, para que eso pase, tenemos que aceptarnos mutuamente. El niño que crece va a tener un espacio de acciones, un espacio emocional, que va a depender de cómo viva la relación con los demás. Su cuerpo va a ser, de hecho, como surja en la convivencia. Ustedes habrán leído comentarios sobre lo difícil que es determinar la extensión del cuerpo. ¿Hasta dónde llegaba el cuerpo de mi suegro? Con su campanita llegaba a todas partes. El cuerpo de uno depende de cómo vive uno la relación con los otros y consigo mismo. Si el niño está sometido al sufrimiento de la negación por indiferencia o por rechazo, lo que se va a producir es un ser "mal adaptado", "mal desarrollado", "criminal", etcétera..., es decir, un ser cuya corporalidad no será congruente con la circunstancia social que le toca vivir. Pero no tiene que pasar así. En verdad ¿qué nos impide aceptar al niño que se nos entrega tan totalmente como la araña de mi cuento? Sólo nuestra inseguridad, sólo nuestra falta de respeto por nosotros mismos, sólo el miedo a amar. Pero, el amor nunca enferma. La hipocresía sí.

Esta charla en verdad no tiene otro propósito que el de invitarlos a que usen ustedes estas nociones y experiencias en un gran momento de cambio que vive ahora la Humanidad, cambio ni económico, ni político sino que espiritual. Vivimos el término de la era de la creencia en que uno puede legítimamente diseñarle el mundo del otro. Ojala aceptemos esto y aprovechemos esta experiencia en el espacio de la educación y recuperemos nuestra dignidad de chilenos sin avergonzarnos de darle al amor su lugar cotidiano.

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